"El curioso caso de Benjamin Button" o cómo despertar sentimientos olvidados
Quizá si este sábado no hubiera tomado la decisión de ir al cine en lugar de salir de juerga, nunca hubiera escrito esto. Si en lugar de ir a ver "El curioso caso de Benjamin Button" hubiese optado por "La duda" o "Frost contra Nixon", estas palabras nunca llegarían a ser leídas. Pero seamos realistas, aunque Brad Pitt no está entre mis deidades favoritas, tarde o temprano acabaría viendo la película, y, tarde o temprano, estos sentimientos que ahora afloran saldrían de mí, tal y como lo están haciendo ahora. Por eso, y sólo esta vez, quiero compartir con todo el que quiera leerme lo que siento, lo que me ha hecho sentir esta película, y sobre todo, el por qué.Cuando descubrí esta película, para mí obra maestra del cine desde el primer minuto, supe que probablemente permanecería en los primeros puestos de mi ranking personal. -La historia promete-, me dije. Y es que visto el trailer y conociendo el argumento, ya sabes lo que te puedes esperar de ella. Pero había algo, ese nosequé del que tanto se suele hablar, que me hipnotizó. Y allá fui yo, incauta de mí, sin ningún paquete de kleenex al cine (siempre hay alguien generoso a tu lado cuando más lo necesitas). No os voy a contar la película, muchos la habréis visto, otros muchos lo tendréis pensado hacer... y probablemente si no te interesara no seguirías leyendo a estas alturas... El caso es que me pasé las dos primeras horas de película con un auténtico nudo en la garganta. Y a medida que pasaba el tiempo, más segura estaba de que el nudo se transformaría en lágrimas, como ya le estaba ocurriendo al señor que estaba sentado a mi lado (sí, aún hay hombres que se emocionan, es un orgullo haberlo comprobado).Cuando ya pensé que la película no podía enamorarme más, que ya lo había visto todo, que ya no podía llorar más de emoción... el destino me puso enfrente de mis propios recuerdos: año 2003, tarde de domingo lluvioso, palomitas, sala de cine de los de antes, olor a humedad y poco espacio para estirar las piernas. Plan para pasar el rato: ir al cine a ver la última de Isabel Coixet, sin saber ni siquiera de qué iba. Por probar. "Mi vida sin mí". La historia de cómo una mujer joven, con dos niñas pequeñas, muere poco a poco en silencio, enferma terminal de cáncer. Aquella película tuvo una escena que me impactó. Tanto me impactó que aún a día de hoy, cada vez que veo la película, no puedo reprimir las lágrimas: sabiendo que su vida terminaría de un momento a otro, la mujer se encerró en su coche, con una grabadora, para dejarle a sus hijas un mensaje de cumpleaños, uno por año y por hija, hasta su mayoría de edad. Un detalle que pasaría por alto cualquier cinéfilo, cualquier persona de a pie que viese esa película; una escena más para engrosar los minutos de proyección. Pero para mí, NO. A veces las experiencias vividas por uno mismo te hacen disfrutar de momentos como este. Llorar, de pena o de alegría, porque se trata de sentimientos completamente enfrentados. La tristeza por recordar a aquellos que ya no están, que se fueron sin apenas despedirse, que lo único que dejaron fueron recuerdos, que con el paso de los años se difuminan. La alegría, al pensar en las personas que tienen la oportunidad de hacer algo grande antes de partir, dejar su pequeña huella en este lugar, de demostrar el amor que sentían por los que quedaron. La pena es que no son más que películas, y al salir de la sala de cine tienes que enfrentarte a la vida real, kleenex en mano.Año 2009, noche de sábado, sin palomitas, sala de unos grandes cines repleta de gente. Reviví lo mismo que 5 años atrás, pensando que ninguna película lograría robarme de nuevo las lágrimas que llevaba muy escondidas dentro de mí.Despertando sentimientos olvidados."Vendi la casa de verano del lago. Vendí los botones de Button. Vendí el velero de mi padre.E ingresé todo el dinero en una cuenta de ahorros. Y para que tu madre y tu tuvierais una vida,me fui antes de que pudieras recordarme. Me fui con lo puesto."Su hija encuentra unas postales dentro del diario de Benjamin:"1970 - 2 años - Felicidades. Ojalá hubiera podido darte un beso de buenas noches.1975 - 5 años - Ojalá hubiera podido llevarte a tu primer dia de colegio.1976 - 6 años - Ojalá hubiera podido estar ahí para enseñarte a tocar el piano1981 - 13 años - Ojalá hubiera podido decirte que no fueras detrás de los chicos. Ojalá hubiera podido abrazarte cuando te rompieran el corazón. Ojalá hubiera podido ejercer de padre. Nada de lo que he hecho me quitará esa pena.""Si te sirve de algo, nunca es demasiado tarde, o en mi caso demasiado pronto, para ser quien quieras ser.No hay límite en el tiempo, empieza cuando quieras.Puedes cambiar, o no hacerlo, no hay normas al respecto.De todo podemos sacar una lectura positiva o negativa. Espero que tu saques la positiva.Espero que veas cosas que te sorprendan.Espero que sientas cosas que nunca hayas sentido.Espero que conozcas personas con otro punto de vista.Espero que vivas una vida de la que te sientas orgullosa, y si ves que no es así, espero que tengas la fortaleza de empezarla de nuevo."
lunes, 10 de mayo de 2010
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2 comentarios:
Eres mala y a la vez un angel... has conseguido hacerme llorar en una cafetería con ruidos de máquinas tragaperras!!!!
Gracias ^__^ Me alegro que te haya emocionado :)
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