Después de una semana digiriendo el agridulce sabor del final de Lost, me encuentro en un punto a medio camino entre la nostalgia y el vacío interior que ha dejado. He intentado encontrar las palabras exactas para describir lo que ha provocado en mí, los sentimientos que han aflorado tras estas seis temporadas, ... y sólo encuentro NADA. No hay forma humana de expresar esta inquietud, esta soledad, esta pena... Durante seis temporadas nos hemos reído, hemos llorado, nos hemos asustado, hemos resuelto misterios, hemos vivido todas y cada una de las historias de los personajes que con tanto esmero han creado los guionistas de Lost, y los hemos acompañado hasta el final, hasta ese momento irremediable que a todos nos tocará vivir (o morir, mejor dicho), antes o después, aquí o allá, pero nunca solos. NADIE MUERE SOLO. Es curioso como una serie de televisión nos puede dar lecciones de vida, moralejas que muchos se niegan a querer ver, escudados tras la excusa de los misterios sin resolver... Qué mayor misterio que la propia vida y la muerte? El problema es que nos quedamos con lo efímero, con lo superficial, con una serie de detalles a los que buscamos explicación... y que una serie de ciencia ficción no nos podrá resolver nunca. La vida es así: nacemos, vivimos, y morimos. Y a lo largo de toda nuestra vida nos haremos preguntas a las que nadie dará respuesta. Cruel metáfora con la que deberemos vivir hasta el fin de nuestros días...
No os puedo decir más, puesto que mi corazón no encontrará nunca las palabras. Podría decirlo más alto, pero no más claro... Para todos aquellos que necesitéis un guía, una explicación razonable a lo que pasó en el capítulo The end, creo que no hay persona sobre la faz de la tierra que os lo pueda explicar mejor que Pedro Jorge Romero. Os recomiendo encarecidamente la lectura de este link, pues a muchos os cambiará la percepción de lo que habéis visto, y entenderéis muchas cosas. Dedicadle su tiempo, lo merece:
Me despido con una gran frase de Antoine de Saint-Exupèry
Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos.
A buen entendedor...
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